Llegamos
con Anna a Sukine (Antonio López de
Bello 244), un restaurant coreano
al cual ya somos asiduos clientes. El lugar es bastante conocido en el sector,
por lo que a quien pregunten les dirá como llegar.
Frío, frío…
Como todo
en el barrio Patronato, en Sukine nada
es especialmente lujoso. Es un lugar austero, casi sin decoración, algo que
difiere bastante de muchos restaurantes asiáticos (en su mayoría chinos) a los
que estamos acostumbrados. No hay más imágenes que las que exponen con
fotografías los platos que vende el restaurant. Las mesas son pequeñas y sin
mantel, lo cual es común en restaurantes coreanos así como la distribución de
las mesas.
Con tubos fluorescentes blancos, la iluminación es más parecida a la de un hospital que a la de un restaurant, lo cual sumado a lo frío que puede llegar a verse, parecería no tener atractivo alguno, parecería…
Con tubos fluorescentes blancos, la iluminación es más parecida a la de un hospital que a la de un restaurant, lo cual sumado a lo frío que puede llegar a verse, parecería no tener atractivo alguno, parecería…
Annyeonghaseyo!
Si bien
Patronato es quizás uno de los barrios más cosmopolitas de Santiago y al
caminar por las calles no es raro ver coreanos, árabes o chinos, entrar a Sukine es una experiencia
totalmente nueva. Al abrir las puertas de vidrio (igual de frías como el
resto del restaurant) dejas de escuchar español. El Sr. Ho, su dueño, un
coreano que se hace entender perfectamente en español nos saluda con un alegre “annyeonghaseyo” (hola en
coreano) como si fuésemos parte
de la casa y con una sonrisa nos invita a pasar.
Esta vez logré diferenciar mesas de chilenos,
chinos, árabes, gringos, franceses y coreanos. Es aquí donde comienza la
experiencia de respirar no solo los aromas de los fuertes condimentos, sino que
el sentirse que dejas de estar en Chile por un momento, ¡incluso los meseros son peruanos!
Manos a la obra
Al igual
que en muchos países asiáticos, los coreanos comen con palillos, así que quien no se maneje en el arte de su manejo, ¡comience a practicar!
Si es
primera vez que “comen coreano” les llamarán la atención los “panchan”, pequeños platos de
diferentes picoteos totalmente gratis
que puedes pedir las veces que quieras. El protagonista de estos es el famoso
kimchi, un encurtido de repollo chino picante y fermentado que es tan bueno
como el aceite de bacalao que les daban a nuestros padres.
Esta vez
pedimos “ossam bulgogi”, el corte de
“guata” de cerdo (el mismo que se
usa para hacer tocino) que cocinas en una cocinilla a gas que te traen a la
mesa, el cual viene con dos porciones de
arroz glutinoso con porotos morados (¡adiós arroz graneado!), lechugas
frescas, aceite de sésamo, salsa
especial coreana de porotos fermentados y láminas de ajo, ingredientes que
tienen una peculiar manera de ser comidos.
Luego de unos minutos de cocción, la manera de comer difiere a lo que estamos
acostumbrados. Tomas la lechuga, la abres y pones un poco de arroz dentro; luego
un poco de cerdo untado en salsa y aceite de sésamo; una lámina de ajo y un
poco de kimchi. Cierras todo como un
saquito y lo comes. La crujiente textura
de la lechuga, lo jugoso de la
carne, los aromas de la salsa
coreana y el aceite de sésamo se coronan con el leve picor del ajo crudo.
De este
plato comen tres personas perfectamente y tienes tiempo para entretenerte,
conversar e ir poniendo de a poco toda “la
carne a la parrilla” para ir disfrutando de la experiencia de reunirse
nuevamente en la mesa pero disfrutando sabores nuevos y a un precio no muy alto (15mil pesos, lo cual
incluía agua mineral por cortesía de la casa).
¡Recomendable!
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